
por Omar Gámez Navo
Ahí estábamos ante el llamado Kiosko del Arte en la colonia Pitic. Los del Conservatorio de Música L´Orfeo, que tiene a bien dirigir el Maestro Enrique Téllez, convocaron a la temporada de conciertos 2025, en el cual nos ofrecieron obras para piano, violín y violonchelo.
Lleno total, algunos sentados en el piso. Una tos por allá, un sorbo fuertecito de nariz, una rascada de cabellera, celulares silenciados y esas cosas.
Pienso en lo que leí en un libro de “Cómo Funciona la Música” del gran David Byrne, en donde dice que cuando los músicos daban sus conciertos, la realeza o la burguesía ni atención les ponía y tenían una gritona y fanfarroneaban al por mayor mientras al fondo un cuarteto de cuerdas o un piano tocaba algo capaz de ponernos frente a frente con esa belleza que hace que este mundo valga un poco la pena. Pero esta vez no, los que ahí estábamos dejamos nuestro corazón en calma para escuchar.
Los pianistas van por delante; Mariana, León y Carlos nos traen odas, sonatinas y de esas canciones que a veces andamos chiflando sin darnos cuenta pero que están ahí en el consciente colectivo. Jamás van a estar demasiado “manoseados” Bethoveen, Mozart, Muzio Clementi o Rodrigo Aranjuez. Insisto, jamás. Si una deuda tenemos, es la de escuchar y conocer la obra de muchos autores clásicos.
La niñita Constanza, con toda su ternura, nos recordó que sabemos suspirar y sonreír tocando el violín y cantándonos La Mona Jacinta… ¡La Mona Jacinta venía en mi libro de cuarto de primaria y me la sabía de pe a pá! Si el mundo fuera ese lugar de equilibrios que tanto nos pregonan, el solo acto de escuchar un coro de niños y niñas como Constanza sería suficiente para parar cualquier guerra como las que ahora nos aquejan.
Y llegan los violonchelos. Ufa, gallo, en la mera pata de palo: cuerdas, filin, drama, el soundtrack de la pasión, elegancia…Eimy, Rosalva y Miguel nos interpretan a Bethoveen, a Luis de Milán, Yuri Shchurovski, Modesto Mussorgsky, Bach. Nos traen hasta este ranchote caluroso al siglo XVIII, a Rusia, Alemania, Inglaterra. Los arriba mencionados son alumnos del Maestro Enrique Téllez, deben ser alumnos avanzados porque se escuchan limpiecitos en su ejecución. Por cierto, los acompañó al piano el maestro Fernando Zárate.

Ya para finalizar se juntan y se hacen un cuarteto acompañados de su maestro. Por cierto, maese Téllez, gracias por explicarnos de quién es y cómo se llama cada pieza antes de ejecutarla. Un cuarteto delicioso. Vaya cosa… Y para el cierre nada como rockanroll del bueno tocado por cuatro violonchelos, se aventaron la de Smoke on the Water del inefable Deep Purple. ¿Algo más? No. Solo decir que la música es el pulso del mundo; que todo se puede parar menos la música. Y gracias a los maestros y alumnos del Conservatorio L´Orfeo por lo bien hecho y bien tocado. Y por cierto ¡Fue gratis!





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