por L. Carlos Sánchez

Algo debe tener la vida que de pronto se pone a modo. Si las nubes están es necesario levantar la mirada y agradecer. Porque, ¿cuántas veces al día merecemos la generosidad del temporal? En Hermosillo, se puede decir que la mayor parte del año. El calorcito que abraza, ¡ah, brasa!

La noche de anoche: espectacular. Todo se puede cuando el talento se imprime en las notas, y una bola de locas y locos se reúnen en el patio a escuchar y corear.

Se le ocurrió al Koke (no es la primera vez) invitar al David Aguilar, ese cantautor, oriundo de Sinaloa que de pronto se manifiesta por el mundo a través de su canto. Se armó el escenario, ad hoc para el encuentro, dijo el David. Entonces el rasgueo para la construcción de notas, (lo que más sucedió fue la armonía-fraternidad-el desparpajo-la libertad), se supo porque se sintió. Y lo apuntó el trovador. ¡Qué a gusto todo!

Quizá sea la normalidad de un concierto, la dinámica de una rola y una historia. Las de anoche llena de conmoción, porque de improviso surgió una canción para un amigo que se fue, luego esas estrofas que desentrañaron la historia de David quien, en su hábitat, de cuando niño, dormía en medio de sus padres, sugerencia-revelación de los motivos que desencadenan en felicidad que es sinónimo de inteligencia y capacidad de amar.

Por eso se nos entregó el poeta, así, como esa llovizna linda que de pronto también se manifestó, y una rola tras otra, el hilvanar de las historias esas en voz de Deivid, las que ahora están en la memoria de locos y locas que nos congregamos a la tertulia-conversación la noche de anoche.

El paréntesis de los días y las rutinas, el destapar de la cerveza, la botanita puesta, el trago de tequila. ¿Cuántos temas que estuvieron pendientes, se expusieron anoche? La diversidad de voces y pensamientos, una selfie y el dame tu número, porque eso también tienen los encuentros, y la raza que aprovecha para emprender proyectos, o bien el deseo de volverse a ver.

Hay algo en la mirada y en la voz de David Aguilar (el argumento primordial para que nos reuniéramos) y debe ser la consecuencia de lo que es: la urgencia constante de darse. Porque de las rolas que nos propuso anoche, más allá de lo que pueda contarnos, los versos contienen una armonía implacable que hace que toquemos con los oídos su universo interior. La narrativa se convierte en poesía y viceversa. ¡Está cabrón!

Lo otro es que cuando una persona domina o posee el talento, el mareo se manifiesta casi de rigor. David, la noche de anoche, fue un invitado más a la fiesta, en ese estrechón de manos, en este trato a la de iguales con cada uno de los presentes, y con todos a la misma vez.

La resaca es ahora un corazón que no se cansa de latir, y contiene esa dulce sensación que imprime el desvelo cuando en una noche (como la de anoche) se nos mete en el pecho como un relámpago para siempre. Vuelve pronto, David.

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