
por Artemisa Meneses Muñoz
El sentimiento en épocas navideñas es, sin duda, único en cada persona. Me pregunto: ¿por qué ciertas fechas en el año pueden lograr sensaciones diferentes en nuestro estado de ánimo?, analizarlo me resulta atractivo.
Hago memoria, regreso a mi niñez, y si bien se sabe que Navidad es una fiesta que conmemora el nacimiento de Jesucristo, a mí siempre me lleva a Santa, claro, estamos muy cerca de los gringos. Recuerdo cuando fingía dormir para verlo llegar, cerraba los ojos, los abría de vez en cuando para detectar cualquier movimiento, los volvía a cerrar, y así, no sé cuántas veces, sin embargo, nunca lo vi, era tan listo que siempre llegaba hasta que me dormía, y pensaba: el otro año si lo atrapo. Siendo sincera, Santa no era tan espléndido, pero agradezco que jamás me olvidara. Era tan mágico ver el regalo a un lado de mí, ese 25 de diciembre, que aún siento esa sensación como si hubiera sido ayer. Evoco las caras de mis papás cuando les mostraba el regalo, ese Santa sí que lograba que ellos también se sorprendieran. Lo que más recuerdo es esa bici con rueditas a los lados: fue lo máximo que me pasó en esos largos 7 años de existencia.
He caído en cuenta que aprender a andar en bici es en verdad un aprendizaje de vida; nos damos cada trancazo, pero nos levantamos, y otra vez al piso con mayor o menor velocidad. Un día le quitamos las rueditas de los lados a esa primera bicicleta y entonces las caídas se dieron con mayor fuerza, y nos tardábamos más en levantarnos, en ocasiones, y con suerte, no faltaba quién nos echara una mano.
Los años pasaron y pasaron y con ellos lo inevitable, de pronto una Navidad sin la abuela, después sin papá. Con esas pérdidas, la Navidad también perdió ese ‘algo’ de magia, esa magia que aún conservaba conmigo.
La Navidad de pronto, era Navidad a secas… ¡ah!, pero resulta que los roles cambian y de pronto nos volvemos responsables de mantener esa magia, ¿por qué habríamos de ser egoístas y no continuar con esa tradición?, al fin y al cabo, las nuevas generaciones requieren de nuestras caras de sorpresa, cuando nos muestran sus regalos.
Concluyo que la Navidad no es sólo una fecha, no es la fiesta en sí, no son los tipos de regalos, Navidad es, aunque suene a cliché, la magia de sorprender, la magia de acompañar, la magia de compartir, la magia de valorar lo que somos y a quienes tenemos.
Al final de cuentas valió la pena quitarle las rueditas a la bici.






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